Aunque ya hace días que por el frío tenemos nuestra calefacción en marcha, hoy os explicamos como ponerla a punto después del verano, que nunca está de más saberlo.
Lo primero que haremos será ir al termostato de nuestra vivienda y lo pondremos al mínimo para evitar que se encienda mientras hacemos las operaciones iniciales. Si hemos tenido apagada la caldera en verano porque no la hemos usado para el agua caliente, abriremos la llave de corte del gas y encenderemos la caldera con el interruptor.
Comprobar la caldera y sus niveles
Una vez encendida, miraremos la presión que marca el manómetro, que es un indicador que va de 0 a 4 (o 5) bar (bares de presión). La presión debería estar siempre entre 1 y 1,5 bar.
Si está más baja, procederemos a buscar en la parte inferior de la caldera varias llaves de corte y nos centraremos en una ruleta negra que sirve para llenar de agua el circuito de la calefacción.
Lo giraremos lentamente en el sentido contrario a las agujas del
reloj y observaremos el manómetro hasta que empiece a subir la presión.
Cuando llegue sobre 1,2 bar, podremos cerrar la llave, apretando en el
sentido contrario sin forzar demasiado.
También tendremos que asegurarnos de que la salida de humos no esté obstruida.
Además, habrá que mirar los radiadores y comprobar
que no tengan fugas. Nos fijaremos en que las llaves de entrada y
retorno de los mismos no tengan goteos ni marcas de fugas.
En el caso de observar alguna, podemos usar una llave inglesa para apretar un poco las tuercas. Si persiste la fuga, sería recomendable avisar a un instalador para que nos cambie la junta.
Ya podemos poner la caldera en modo invierno o, dependiendo del modelo, pulsar el interruptor de la calefacción.
Desde el termostato de la vivienda subiremos la temperatura hasta que
se ponga en marcha la caldera y esperaremos unos minutos (10-15) hasta
que empiecen a calentarse los radiadores.
Purgar los radiadores
Una vez calientes, y con cuidado de no quemarnos, pondremos la mano
en el lado de la llave de entrada del agua al radiador y luego en el
lado contrario donde está el purgador. Si el lado del purgador está más
frio es porque tiene aire dentro y hay que purgar el radiador.
Pondremos un vaso debajo del agujero o tubo que tiene el purgador y,
con un destornillador, aflojaremos el tornillo central hasta que empiece
a salir agua o aire. Cuando empiece a salir un
chorrito continuo de agua, será momento de apretar el tornillo y cerrar
el purgador (no hace falta apretar a tope, solo hasta que deje de salir
agua). Repetiremos esta operación con todos los radiadores de la casa.
Al vaciar parte del circuito de agua, es fácil que la presión haya descendido,
por lo que deberemos revisar el manómetro de nuevo y asegurarnos de que
la presión esté entre 1,2 y 1,5 bar. Si ha descendido, volveremos a
realizar el proceso de llenado.
Al calentarse el circuito de la calefacción, es normal que la presión suba un
poco, así que si en algún momento observamos que la presión del
manómetro es excesiva (superior a 2,5 bar), será recomendable vaciar un
poco el circuito. Para ello nos ayudaremos de los purgadores de los
radiadores para sacar agua hasta que tengamos la presión deseada.
La temperatura de la calefacción óptima está entre 70 ºC y 75 ºC (en este caso sobre el número 7 de la caldera), ya que de esta manera ahorraremos combustible y ayudaremos a retrasar el envejecimiento de las piezas.
Por último, debemos saber qué es el RITE, pues se trata de la normativa que nos obliga a realizar un mantenimiento de nuestra caldera cada 2 años
y no a tener un contrato de mantenimiento anual como piensa mucha
gente. Si bien esta frecuencia puede ser modificada por las comunidades
autónomas, por lo que tendremos que informarnos en el departamento de
energía de nuestra comunidad autónoma.
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